31 mayo 2010

De Olas, Tsunamis y otros milagros

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Sede electoral del Partido Verde durante la tarde de los comicios del domingo 30 de mayo


Tras la primera vuelta de las elecciones presidenciales colombianas, la conclusión evidente es que a la Ola Verde se la zampó un Tsunami llamado Juan Manuel Santos. Chorreando desconcierto tras el Derechazo que suponen 25 puntos de diferencia, los seguidores de Mockus no paran de darle vueltas al asunto, preguntándose cómo ha podido ocurrir este Armagedón, si hace pocos días todo parecía soplar a favor y la orilla se veía tan clara.


No han tardado en salir los ecos que braman acerca de un fraude electoral en muchas regiones o sobre los mecanismos que se han activado desde el oficialismo para que su Delfín nade tranquilo hasta las paradisíacas aguas de la Casa de Nariño. Pero por mucho que esos factores existan en mayor o menor medida y hayan tenido su peso en el resultado, no lo dudo, bajo mi punto de vista han influenciado mucho más los errores propios que el candidato verde ha cometido a lo largo de la campaña, y que ya se intuía, desde hacía tiempo atrás, que le acabarían pasando factura, aunque ésta haya llegado en preocupantes números rojos y en cifras de seis ceros, y con un aviso de suspensión de luz y agua.


Seamos sinceros tanto para lo bueno como para lo malo. Mockus es un soplo de aire fresco en la política tan mediática a la que para nada estamos acostumbrados a uno y otro lado del charco. Alejado de la politiquería, la guerra sucia, la corrupción y los mensajes idiotas para votantes idiotizados, él quiere enseñar a la gente a reflexionar, a pensar por sí misma, a que el país y las personas que lo forman sean mejores y, lo más importante, quieran ser mejores. Un superdotado para el pensamiento, pero un minusválido para transmitirlo. Quizá sus ideas sí lleguen a los votantes más formados, a la juventud universitaria y a la población urbana de estratos medios y altos. Pero no para el resto, que desafortunadamente, son la mayoría de este país.


Volvamos a la idea principal: sus propios errores, la paja en el ojo propio. El primer desacierto ha sido no concretar sus propuestas. Ha abusado demasiado de los cánticos en coro y lemas repetidos hasta la saciedad, como "la vida es sagrada" o "con educación todo se puede". Todo muy bonito, bañado en una marea de girasoles y lápices al viento. Pero al final, lo que la gente necesita son propuestas. Santos prometió crear equis empleos, hacer esto y aquello, mientras Mockus parecía a veces más bien un manual de autoayuda que un futuro jefe de Estado. Quizá su problema recae en que es incapaz -y lo digo con toda convicción- de mentir al electorado y hacer promesas baldías. No se trata de eso, Antanas. No se trata de mentir y prometer una plaza de aparcamiento gratis en el Paraíso a los colombianos. Se trata de, al menos, jugársela y concretar cosas tangibles. No solo recordar lo sagrada e importante que es la vida en un país donde a menudo nadie lo recuerda, sino también recalcar que se quiere acabar con las FARC y cómo pretende hacerlo. Concretar y proponer, en resumen.


Tampoco ha querido entrar en la guerra sucia y los ataques indiscriminados. Pero, como decía hoy el genial caricaturista Vladdo en su cuenta de Twitter, por querer alejarse de la politiquería, Mockus ha dejado de ser político, que es de lo que al final se trata todo esto. En ese mundillo, y no hay más secreto, tan importante es ganar como que el rival pierda o, al menos, gane menos que tú. Mockus se ha negado a entrar en ataques al resto de candidatos -cosa que le honra-, pero ha confundido la idea. No hablo de atacar de forma bruta al adversario, pero Santos era el filón de las sombras del Gobierno uribista, que Mockus ha dejado escapar. No hablo de ensuciar, sino de resaltar a los votantes aquello de lo que cojea su rival, salpicado por multitud de controversias. Empezando por los desplazados por la guerra y los "falsos positivos" (para quien no esté familiarizado con este término, ejecuciones extrajudiciales -término políticamente correcto para hablar de puros y duros asesinatos- de jóvenes civiles, la mayoría de zonas humildes, a manos de militares que los presentaban como guerrilleros muertos en combate para lograr beneficios de sus superiores. La cifra supera los 2.000 muertos en todo el país, según la Fiscalía, y se dieron durante el mandato de Santos como ministro de Defensa, aunque él no fuera el responsable directo) y acabando por el bombardeo a un campamento de las FARC en selva ecuatoriana, motivo de las aún relaciones rotas con el país vecino, o las escuchas del servicio de inteligencia a opositores, magistrados, activistas o periodistas, las llamadas "chuzadas". Son los hechos más significativos de una lista negra que Mockus desaprovechó, cosa que sí hizo, entre otros, el candidato del Polo Democrático Alternativo, Gustavo Petro, con elegancia y sin necesidad de entrar en los bajos fondos de la política embarrada. O sea, recopilando, Mockus dejó escapar vivito y coleando a su rival, con tanta bondad que ni siquiera se defendió en muchas ocasiones de los ataques que este le profirió.


Tampoco le ha beneficiado a Mockus (filósofo, matemático y, por si no fuera bastante, niño prodigio) el formato de los debates, que en Colombia alcanzan su máxima expresión y se han dado hasta en una docena de ocasiones en distintos canales. Mientras el modelo "respuesta en un minuto" ha permitido que candidatos como Santos, Petro o Vargas Lleras (de Cambio Radical, que junto a Petro ha sido el gran ganador de los debates) hayan podido desplegar toda su capacidad oratorio-retórica, lograda en años de pelea en la arena del Gobierno, el Congreso y el Senado, Mockus ha aparecido como un aspirante al que le costaba exponer sus ideas y se perdía en un mar sin rumbo. Nadie sabía dónde quería llegar cuando empezaba una respuesta que, obviamente, nunca finalizaba como él quería, pues la cuenta atrás siempre expiraba antes que sus palabras. No es que no sepa expresarse, sino que sus respuestas tienen demasiada profundidad para ese formato y, peor aún, piensa antes de responder (¡Ah! ¡bendito defecto!). Yo no se lo echo en cara, pero entiendo que los electores necesiten ideas más fáciles de entender. Quizá Mockus quiera enseñarles a ir más allá, pero para eso primero debe ganar y ser el que tome las decisiones que cambien la cultura de este país.


Por último, si bien es cierto que el Dream Team de algunos de los mejores alcaldes en la historia del país que forman parte del equipo dirigente del Partido Verde (la tripleta atacante Mockus, Enrique Peñalosa y Luis Eduardo "Lucho" Garzón en Bogotá, y el organizador de juego Sergio Fajardo, otro matemático que como alcalde transformó Medellín, y ahora aspirante a la vicepresidencia) ha conseguido movilizar a una masa de votantes, la mayoría jóvenes, normalmente apáticos con la política y que se han implicado con una pasión que yo pocas veces he podido observar, lo cierto es que esta movilización ha sido menor de la esperada. Casi la mitad del electorado se ha abstenido, una tendencia habitual, pero que en estas elecciones parecía que se iba a revertir y alcanzar un 70% de participación, según las previsiones de las encuestas que, dicho sea de paso, son las grandes perdedoras de los comicios. Como pasa en España y en muchos países del mundo, la derecha es mucho más fiel y se moviliza con un solo chasquido de dedos, mientras que electorado "de izquierdas" o progresista es mucho más holgazán. Mockus ha sacado a votar a muchos, sí (hace meses no superaba el 3% en las encuestas), pero no a tantos como se auguraba.


En definitiva, y haciendo un símil balompédico, Mockus ha sido como el Guardiola cuyo Barça del jogo bonito, del juego de equipo, del tiqui taca hasta las últimas consecuencias, siempre es fiel a su estilo aunque el resultado final pueda ser la caída, con honor, pero caída al fin y al cabo. Santos, por contra, es como el Mourinho de la política, el líder único y total, capaz de generar afinidades y odios a partes iguales, un brillante comandante para el que lo realmente importante es el fin, siempre el fin y solo el fin. Recordemos que el Inter de Mou ganó la última Champions League, eliminando al Barça en semifinales, aunque fuera a costa del espectáculo y el buen juego, y con medios algo maquiavélicos. De repente me he dado cuenta que no me gustan las metáforas, así que mejor dejemos este símil aparcado.


¿Qué necesita Mockus para ganar en segunda vuelta y remontar una eliminatoria que ahora mismo está cuatro goles por encima en el marcador? En mi opinión, el matemático Mockus debe ser capaz de resolver la ecuación más difícil de su vida y de hacer converger tres ejes hoy por hoy en las antípodas unos de los otros: por un lado, tener la suerte que muchos de los votantes santistas, seguros de la victoria más que probable, se queden en sus casas un domingo durmiendo o sacando rendimiento a su sofá, lo que reste algo de porcentaje al Partido de la U y le sume un poco de ¡Oh! a los Verdes. Por otro lado, importante pero no suficiente, concentrar en esa segunda vuelta del 20 de junio el máximo de votantes de otros partidos que ya no concurren, muchos de los cuales ya planeaban votarle en el segundo round electoral, confiados de que la diferencia sería mínima, casi un empate técnico. Y por último, y esto sí resulta clave, movilizar esa masa abstencionista que alcanza el 51%, y que es un vivero de votantes potenciales. Quizá el voto del miedo a Santos espolee a muchos de los que no acudieron a las urnas, al ver las orejas al Lobo. Pero si Mockus pretende realmente dar un vuelco a lo que hemos visto en esta primera vuelta, debe ponerse las pilas y mejorar todos los aspectos de los que hemos hablado a lo largo de este extenso post, al que por cierto las firmas encuestadoras colombianas aseguran que será el más leído de la semana en todo Internet. Casi un milagro (tanto lo uno como lo otro), pero es que la política, al final, poco tiene de matemática y ciencia exacta, y mucho de pasión injustificada y esperanza desmesurada. Y eso, la esperanza, es lo último que se pierde y, si puede ser, por menos de 25 puntos de diferencia.





Arriba, Juan Manuel Santos durante una entrevista con EFE. Abajo, Antanas Mockus,
en el acto posterior a la marcha indígena en favor de su candidatura en Ibagué (Tolima)

25 mayo 2010

Amor

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Pintura: "Las cartas han dicho que la encontraré sin reconocerla", David Lara, (San Gimignano, 2001)



" (…) Ahora estaba junto a la ventana e invocaba ese momento. ¿Qué podía ser sino el amor que había llegado de ese modo para que él lo reconociese?


Pero ¿era amor? La sensación de que quería morir junto a ella era evidentemente desproporcionada: ¡era la segunda vez que la veía en la vida! ¿No se trataba más bien de la histeria de un hombre que en lo más profundo de su alma ha tomado conciencia de su incapacidad de amar y que por eso mismo empieza a fingir amor ante sí mismo? ¡Y su subconsciente era tan cobarde que había elegido para esa comedia precisamente a una pobre camarera de una ciudad perdida, que no tenía prácticamente la menor posibilidad de entrar a formar parte de su vida!


Miraba a través del patio la sucia pared y se daba cuenta de que no sabía si se trataba de histeria o de amor.


Y le dio pena que, en una situación como aquélla, en la que un hombre de verdad sería capaz de tomar inmediatamente una decisión, él dudase, privando así de su significado al momento más hermoso que había vivido jamás (estaba arrodillado junto a su cama y pensaba que no podría sobrevivir a su muerte).


Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera qué quería: El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores.


¿Es mejor estar con Teresa o quedarse solo?


No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni siquiera boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro.


«Einmal ist keinmal», repite Tomás para sí el proverbio alemán. Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto".




"La insoportable levedad del ser", Milan Kundera (1984)


Olas


Verde. Amarillo. Azul.

No son solo colores. Son más que eso.

Son olas. Unas crecen hasta su orilla, otras mueren en el mar.














Las fotografías corresponden a la marcha indígena a favor de Antanas Mockus (Partido Verde) en Ibagué (Tolima) y a los cierres de campaña de Gustavo Petro (Polo Democrático Alternativo) en la Plaza Simón Bolívar de Bogotá, y de Noemí Sanín (Partido Conservador) en Soacha.

17 mayo 2010

Espejismo

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Me detengo, y cuando alzo la vista, una llovizna me obliga a cerrar los ojos, mientras me empapa la cara casi sin darme cuenta. Todo parece ir más despacio en esta ciudad tomada por el caos habitualmente, pero que hoy se escenifica a sí misma con una melancolía inusual. Camino lentamente por calles semivacías que a diario escupen gente en todas direcciones, pero en las que, en esta tarde que ya se consume, hasta los edificios se han decidido a mostrarse más desgastados, más alicaídos, como si fueran ancianos cansados de la vida que se pasan sus últimos días gruñendo en un sillón polvoriento.


Voy sin rumbo, simplemente subiendo y bajando, serpenteando y atajando, con la única premisa de no ir a ninguna parte. Qué tarde tan gris, tan silenciosa, pienso en voz baja. Los niños gritan menos y hasta las gotas chocan contra el pavimento sin querer hacer demasiado ruido. Incluso, y es lo más raro de todo, el usual colapso de cláxones y frenazos se ha evaporado de muchas de las calles, ahora despejadas y apenas transitadas por un par de busetas de cristales empañados y a través de los cuales puedo intuir las miradas perdidas de los pasajeros. Toda la ciudad, sin excepción, se ha convertido en un interminable suspiro ahogado.


A lo lejos, un mercadillo de libros de páginas desgastadas y baratijas varias aparece como un oasis en medio de toda esta pesada languidez, aunque quizá solo sea un espejismo. Remuevo tapas arrugadas de colores ocre y tomos desordenados, regateo precios sin demasiadas ganas y me dejo calentar durante unos minutos por las viejas bombillas amarillentas que iluminan, a pocos centímetros de mi cara, toda esa biblioteca ambulante. Y al final, me alejo con Hemingway, Kundera y Saramago bajo el brazo, mientras un café para llevar me hace más tibio el final de una tarde tan extraña como necesaria. Como si en el fondo no hubiera sido más que un largo suspiro, que hacía ya demasiado tiempo que guardaba, contenido, dentro de mí. O quién sabe. Quizá todo esto no fuera más que un espejismo.



09 mayo 2010

Platoniana

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"Platoniana", de mi amiga, periodista y fotógrafa Laura Muriel Valcarcel



Primer premio Sant Jordi 2010 en la categoría de Fotografía individual, otorgado por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona

Miguel Bosé, ya colombiano, desboca el corazón de sus compatriotas con "Cardio"

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(Foto: Leonardo Muñoz / EFE)


Àlex Cubero

EFE, Bogotá


Como si quisiera devolver el regalo de su reciente adquirida nacionalidad colombiana, el cantante español Miguel Bosé hizo desbocar el corazón de sus ya compatriotas con un espectacular concierto en Bogotá, en el inicio de su gira "Cardio", tras su paso previo por Medellín en la víspera. Con un impresionante montaje, en el que dos pantallas gigantes y una estructura circular de unos seis metros de diámetro colgada del techo se encajaban y desencajaban, en medio de un derroche de imagen y color, el público bogotano latió a velocidades insospechadas ante un Bosé pletórico e incansable durante cerca de tres horas de concierto. Acompañado de tres bailarines y como si hubiera probado el elixir de la eterna juventud, el cantante exhibió coreografías que añadieron espectacularidad a un show que repasó grandes éxitos de su carrera, además de presentar los nuevos temas de "Cardio", el álbum que da nombre a su gira.


Y es que los latidos de sus fanáticos pasaron de cero a cien en un increíble arranque en el que el aumento de pulsaciones al son de dos de los nuevos temas de su nuevo disco, "Ayurvedico" y "Cardio", levantaron a los congregados en el coliseo de El Campín. Al grito de "buenas noches, compatriotas", Bosé se entregó en cuerpo y alma con una veintena de canciones como "Nena", "Dame argumentos", "Júrame", "El perro", "Eso no" o "Por ti". Pero el éxtasis llegó con el repaso a míticos temas como "Morena mía" o "Sevilla", en el que absolutamente todo el público movió los brazos al mismo ritmo que Bosé, en una conexión con el cantante que no se rompió en toda la velada.


Un espectáculo en el que el público también intimó con las letras de "Hay" o "Down with love", en las que un quirúrgico Bosé llegó hasta el fondo del alma de su público colombiano. "Cuanto nos gusta a cada uno de nosotros decir a alguien que eso lo haces por esa persona, pero cuanto cuesta", dijo en un instante del concierto el cantante, aunque en su caso el grado de comunión fue tal con sus seguidores que casi pareció que le estuviera cantando a cada uno de ellos personalmente. Como el "ay, ay" de su canción "Estuve a punto de", los asistentes casi sintieron un respingo cuando en el segundo bis de la noche, Bosé resucitó "Amante bandido", uno de sus temas más conocidos y exitosos y que permitió elevar la temperatura y los decibelios de la capital de Colombia.


Bosé, que obtuvo hace un mes la nacionalidad colombiana, también tuvo tiempo para recordar su compromiso social, cuando recordó a los desplazados por las guerras y la pobreza, ante los que "seguimos estáticos" mientras "la tierra tiembla, los volcanes estallan y el mundo se sacude". "Canta por lo que creas y nunca dejes de cantar", exclamó el artista ante una ovación estruendosa que se repitió infinitas veces a lo largo de la noche por parte de un público formado en gran parte por mujeres. Y es que a horas del Día de la Madre en Colombia, que se celebra este domingo, el hijo recién adoptado de esta nación entregó un regalo envuelto en lo mejor de sí mismo, para agradecer la acogida de un país al que nunca ha faltado desde que en los años setenta empezara su andadura musical. Precisamente, con un "Te amaré" cantado al unísono con todo su público y apretando emocionado la mano contra su pecho, Miguel Bosé se despidió de Bogotá y de un país al que, nuevamente, robó el corazón y con el que alargó un idilio que con el paso de los años se afianza con mayor pasión.






La crónica publicada, aquí, y el vídeo del concierto, aquí)




07 mayo 2010

Grietas

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A través de los amplios ventanales del tercer piso de su estudio, el cielo bogotano aparece de un espeso gris melancólico, vomitando una lluvia que aporrea con desesperación los cristales. Un día de aquellos en que parece que todo fuera a suceder, tan dramático como si quisiera rendir homenaje a una de sus obras. La miro a ella y su pelo rizado parece ser el epicentro de todo este día barroco. También gris, más oscuro si cabe, frondoso y arremolinado, presagiando borrasca. Pero cuando Doris Salcedo empieza a hablar, su voz dibuja las formas de una tibia suavidad. No necesita gritar para decir.


"Creo mucho en el ser humano, soy optimista. Pero también creo que cada ser humano tiene una memoria de dolor, algo que le ha dolido, y esa memoria esta ahí. Yo presento la memoria de otros seres humanos, las víctimas, y lo que le pido al público es un minuto de silencio, un momento de contemplación silenciosa frente a una obra, para que esa memoria de dolor escrita en cada espectador se encuentre con la memoria de dolor de la víctima, que espero haber logrado en la obra, y generar así una memoria colectiva acerca de lo que está pasando"


Las víctimas como epicentro de sus creaciones. A esta escultora colombiana de 51 años, que hace dos días se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Velázquez de Artes Plásticas y es considerada una de las artistas más importantes del panorama internacional, hace demasiado tiempo que se le quebró el alma por el conflicto armado que vive su país. Fue el 6 de noviembre de 1985, cuando un comando de guerrilleros del ya desmovilizado M-19 tomó el Palacio de Justicia en Bogotá, asalto que acabó con la vida de 55 personas, once de ellas magistrados de la Corte Suprema. Salcedo, entonces estudiante, se encontraba a unas pocas manzanas del lugar, y presenció en vivo y directo aquel funesto suceso de la historia colombiana.


"Toda la vida he trabajado acerca de la fragilidad de la vida, de la vulnerabilidad del ser humano, del hecho que somos finitos. Es la muerte lo que me interesa, y esa finalidad tiene que estar en los materiales. Cuando un país construye un arco del triunfo, un obelisco, está contando una historia de triunfos. Nuestra historia es de derrotas, y lo que nos quedó fue la ruina. Nosotros tenemos ruinas, no arcos de triunfos"


Su sonrisa luminosa se funde a negro cuando habla de ello. "Cualquier límite de decencia y de humanidad que hubiésemos tenido, se acabó". Es por ello que sus obras hablan de la injusticia, de las víctimas, de los muertos en guerra y los muertos en vida. Y lo hacen desde la cruel sinceridad, sin medias tintas. Efímeras obras que producen en el espectador la sensación acongojante de enfrentarse a la incómoda realidad, incluso a través de objetos reales de las víctimas, como zapatos, muebles, ropa. Esculturas que inquietan, conmueven y obligan a mantener una mirada que hasta ahora nos habíamos acostumbrado a apartar sin remordimientos.


"Hay una realidad muy dolorosa, y doloroso es asumirlo. Creo que necesitamos construir esa memoria colectiva, pero a partir de las experiencias. La memoria de las víctimas es una memoria reprimida, y esa memoria reprimida tenemos que abrirla y hacerla publica a través del arte, para que esas experiencias de dolor salgan del espacio privado del dolor de cada víctima y pasen al espacio de lo publico, y ahí podrá haber verdad, restitución y reconciliación".


Abrir lo enterrado, como hizo en la más famosa y comentada de sus obras, una enorme grieta que partía en dos el suelo de la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres, el epicentro de la Europa cultural. Una creación que hablaba de las injusticias, de la exclusión por parte de Occidente de ese Tercer Mundo al que ella pertenece. Un olvido que se atrevió a resquebrajar, pero que seguía manteniendo en el fondo un mensaje pesimista, pues las paredes de la grieta mostraban esa valla con la que siempre se topa el ciudadano del Tercer Mundo, la verja del miedo, la rabia y el desprecio.


"El arte siempre está ligado con la política, esté o no explícito en la obra, porque lo que hace el arte es abrir espacios y ampliarlos, para que la gente pueda ver, decir, existir, hacer, ser vista y vivir una vida plena".


Justo cuando la entrevista finaliza y el cielo de Bogotá parece haberse decidido a dejar de exhalar agua, Doris desciende por un viejo montacargas y se reúne nuevamente con algunos técnicos de su equipo. Insiste en que sin ellos nada sería posible, pues detrás de sus ideas se esconde el trabajo de casi cuarenta personas de todas las disciplinas técnicas imaginables y, sobre todo, esa experiencia de las víctimas de la que se nutren sus creaciones y a las que intenta dar resonancia. Y aunque sigue respondiendo algunas preguntas de última hora, sus ojos ya están diseccionando detalles de la próxima obra en la que trabaja, basada en las exhumaciones de víctimas del conflicto colombiano y ante la que solo puedo contener la respiración y la angustia. En realidad, me sorprende que entre esta barbarie en Colombia, la creatividad de tantos artistas y pensadores sea capaz de florecer de forma tan abundante. Ella alza la vista y me responde: El mejor espacio para el arte es la necesidad. Por eso hay tanto arte bueno en Colombia. En 51 años no tengo memoria de nada decente en la política de este país".




(La entrevista publicada, aquí)

04 mayo 2010

¡¡¡Shhhhhhhhhh!!!

¡¡¡Shhhhhhh!!!! ¡¡¡Calla!!!




(Foto) Carlos Ortega, fotógrafo de Efe, después de la agresión de la Policía a

seis periodistas en la manifestación del Día Internacional del Trabajo en Cali,

denunciada por la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP)




"Una prensa libre puede ser buena o mala,

pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala"

Albert Camus (1913-1960), Novelista, dramaturgo

y ensayista francés, Premio Nobel de Literatura

03 mayo 2010

"No hay nada que celebrar"

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Colombia. Año dos mil diez. Periodistas asesinados, cuatro. Amenazados, treinta y siete. Uno más, es decir, treinta y ocho, es la cifra de periodistas asesinados en todo el mundo en lo que va de año. En cuatro años, más de cuatrocientos. Promedio por año, cien. El pasado mes de abril, un repunte, con quince periodistas asesinados. Uno cada dos días. Ciento sesenta y cinco encarcelados en estos cuatro meses en todo el planeta. Seis periodistas agredidos por agentes de la Policía durante las manifestaciones del Día del Trabajador en Cali, de los medios Agencia Efe, Associated Press, Associated France Press, Cable Noticias y Caracol Noticias. Uno más agredido el mismo día en Bogotá. Puntos de sutura en su cabeza, diez. Asesinatos de periodistas que quedan impunes en todo el mundo: Noventa por ciento de los casos.


"Hoy no hay nada que celebrar". Eduardo Márquez, presidente de la Federación Colombiana de Periodistas, en el Día Mundial de la Libertad de Prensa.






Fuentes: Federación Colombiana de Periodistas (Fecolper), Reporteros Sin Fronteras (RSF), Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), Campaña emblema de Prensa (PEC), Comité para la Libertad de los Periodistas (CPJ), El País.


Fotografías: Arriba, agresión a Oriol Segón Torra, periodista español independiente de medios internacionales, en la manifestación del Día del Trabajador en Bogotá (Damien Fellous). Abajo, la policía hondureña rodea al fotógrafo de Associated Press (AP) Darío López-Mills durante las protestas con motivo del golpe de Estado en 2009 (Reuters/Oswaldo Rivas)

02 mayo 2010

Tango


"Muchas veces se me pregunta cómo llega uno a tocar como toca. La verdad es que no lo sé, es inútil plantearse eso. ¿Cómo siente uno lo que siente? Es como preguntarle a alguien que ama a una mujer por qué la ama. ¿Por sus ojos, su cuerpo, su manera de hablar? El amor no discrimina sobre aspectos puntuales".



Cuando las notas de su bandoneón empiezan a fluir por los rincones del vacío estudio de grabación, uno puede casi sentir como la melancolía del tango recorre los surcos de su desgastado rostro, como si en lugar de arrugas tuviera marcadas las líneas de un pentagrama en el que bailan las pasiones del ser humano. Podría decirse que Rodolfo Mederos toca un instrumento, pero no estaríamos siendo del todo justos con este compositor argentino, considerado uno de los mejores bandoneonistas de la historia. En realidad, él no interpreta ni compone canciones, sino que dialoga con la vida, con la sinceridad que solo se alcanza cuando el paso de los años únicamente queda superado por el acumular de las canas.


"Es una relación absolutamente visceral. El tango yo no sé si es música, ni me lo planteo. El tango es como vivir, son los olores, los sabores, la ira, el odio, el amor, las conquistas, las derrotas, el trabajo de todos los días, el perro echado ahí, los hijos jugando, los amigos, la mujer. El tango es como una manera de ser y, además, es música".


Mederos no se anda con rodeos. Dice las cosas como las siente, pues precisamente es esa relación con las grutas de su sensibilidad lo que le hace distinto. Discípulo de los más grandes del tango, Olimpo en el que también se ha ganado su hueco, este argentino de figura alta y desgarbada ama este género musical más que a nada en la vida. Pero no es un amor ciego, pues hace tiempo que observa cómo la que ha sido su eterna amante, a la que ha visto envejecer y con la que ha envejecido, se consume irremediablemente por el devenir de los nuevos tiempos. Esa banalización del tango, dice, ha "Mcdonalizado" un género que hace tiempo que perdió su brújula, su identidad y su esencia, hasta convertirse, lamentablemente, en una "lengua muerta" que muy pocos hablan, y muchos menos entienden.


"Me siento como un arqueólogo, buscando en ese pasado aquellos viejos esqueletos que están fosilizándose, de ese tango que yo creo que fue verdaderamente lo más auténtico que supimos hacer, y que fue atomizándose y quedó en una especie de recuerdo. Es duro y me entristece, pero mi vida la consumiré haciendo esto, intentado recuperar y traspasar a las generaciones posteriores lo que creo que es verdaderamente genuino de aquel pueblo en el que nací".


Mientras divaga con la mirada perdida en el vacío, pero con unos ojos que parecen haber encontrado la clarividencia en las cosas que nos rodean, Mederos no abandona ni un solo momento su bandoneón, que sostiene apoyado entre sus piernas, bien agarrado, como si supiera que esa es la única llave para llegar hasta su querido tango. En su juventud fue considerado un renovador, un rupturista, al principio incomprendido, después alabado por todos. Pero ahora lamenta que la pasión haya sido sustituida por las oficinas de marketing y la obsesión por las ventas, que la reflexión sea una herramienta en desuso y que lo moderno signifique pisotear todo lo pasado, para simplemente cargarlo de excentricidades que esterilizan lo que siempre fue auténtico.



"Lo que es genuino y artístico no debería transformarse por puro placer personal en objetos para llamar la atención. La música no tiene que llamar la atención. Eso es como cuando una mujer que en sí es bonita intenta ponerse joyas y pintura, y no por eso será más bonita. Creo que volver a recuperar esa piel que sigue siendo fresca, de aquellas melodías, sin la cosmética que la vanguardia a veces intenta imponer, en todo caso sería un acto vanguardista".



Lo que más me sorprende de Mederos tras casi una hora con de charla no es la aflicción que desprende al hacer sonar su acordeón, ni tampoco el que sea capaz de encontrar las palabras precisas en cada instante. No es eso. Lo que más me llama la atención es que Mederos pertenece a esa clase de personas que aún tocan a los que lo rodean, que no tienen miedo a sentirlos físicamente, a mirarlos a los ojos con sinceridad y a escucharlos. Y más aún que, con setenta años, aún tiene la esperanza de cambiar las cosas, de evitar que todo aquello por lo que ha vivido acabe muriendo con él. En definitiva, que su último tango no acabe siendo el más triste de todos.


"Yo estoy enamorado de esto, sufro con esto, soy muy feliz con esto, me angustia mucho esto, peleo con esto. Y creo que lo mejor que puedo dejar a mis hijos, lo dijo Miguel de Unamuno, pueden ser raíces y alas. El hijo tiene que sentirse de un lugar, sino terminará siendo un paria. Si tiene raíces, entonces podrá volar. Creo que la vanguardia es el pasado, no como refugio melancólico, sino como sustancia. Pero no para volverse atrás, al pasado, sino para tomarlo y proyectarlo, que es lo que creo que estoy haciendo. Lo que sí espero y anhelo, con cada cosa que hago, es que lo que salga de mí penetre a la persona a quien llegue y, en definitiva, después de oír estas músicas, ya no sea igual que antes, que en algún punto haya ayudado a la sensibilización o a la reflexión.

Si no he logrado eso, será un fracaso"






(La entrevista completa, aquí, y en vídeo, aquí)

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