19 abril 2010

Escondite


Mi lugar favorito en esta esquina del mapa.


Lo más cerca que he estado jamás de las nubes. Un sitio desde el que mirar a tu alrededor y ver todo con cierta perspectiva, con la lejanía necesaria para interpretar y entender aquello que te rodea y, sobre todo, para descubrir que lo que tan enorme parece de cerca solo es una minúscula pieza más en el mosaico caótico de nuestras vidas, sin tanta importancia como solemos darle. Un rincón para observar(se), sentir(se) y escuchar(se). Al que visitar de vez en cuando, sin abusar. Ese escondite donde el silencio es una banda sonora tajada por las notas de mi pensamiento encorchetado.




Subir 3.152 metros sobre el nivel del mar, pasar junto al abarrotado templo, superar el regateo de las paradas de recuerdos y dejar atrás el intenso olor a carne de los puestos de comida. Caminar 300 pasos por la escarpada ladera hasta alcanzar la cima. Un mapa del tesoro hasta el punto más elevado del Cerro de Montserrate, con Bogotá esparciéndose a tus pies como el rastro de un tintero derramado que nadie se preocupó de recoger a tiempo y todos fueron pisoteando, hasta crear un hermoso pero grotesco paisaje. Desde ahí, las cosas dejan de ser como son o creemos que son. Incluso también nosotros mismos. Ser, en lugar de creer ser. Eso, la mayoría de veces, da pánico, incluso diría que demasiado.


Post scríptum: La chica de la segunda foto es Carola, ex compañera de EFE en Barcelona y ahora becaria en Caracas, durante su breve visita a mi escondite ultrasecreto. Quizá, ahora que lo conoce, deba eliminarla y hacer que parezca un accidente...

1 comentarios:

Nina Tramullas dijo...

No elimines a Carolaaa! Ahora sabemos tu escondite, así que tendrás que acabar con todos nosotros antes, valiente! ;)

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