Àlex Cubero
Medellín, 4 de julio
Respira nerviosa sentada en su camerino minutos antes de cantar ante miles de personas, y solo parece relajarse cuando entona, al azar, un verso de una de sus canciones. "Nunca sabes de dónde te va a venir una canción, ese sentimiento lo manejan los duendes y la magia", confiesa en una entrevista con Efe la cantante española Rosario Flores. Sus rizos contrastan con el lacio pelo de su amigo y compañero de profesión Antonio Carmona, con el que cantó esta noche en Medellín, junto al argentino Fito Páez y los mexicanos Zoé, entre otros, en el concierto que cerró el III Congreso Iberoamericano de Cultura. "Cantar es el privilegio más grande del mundo, eso sale por arte de magia, no lo puedes pensar", explica poco antes de enfrentarse a los corazones de miles de colombianos, que no desistieron a pesar de incesante e intensa lluvia que durante horas cayó sobre la ciudad colombiana.
"Cuando sales ahí no puedes pensar en lo que tienes que cantar o en la letra, porque sino no das una. Lo mejor es no pensar en ello, la música es cosa de duendes, de magia, nunca sabes cuando te va a venir una canción o de dónde te viene". Unas rítmicas palmadas interrumpen el silencio de la estancia. "Ese sentimiento que tú guardas dentro luego se hace una canción, fruto de ese sentimiento que tú vives. Eso lo manejan los duendes y la magia, y creo que la música es la mejor medicina que tenemos los seres humanos, es medicina pura para el alma. Es universal, es infinita, y siempre va a estar en este mundo".
Y es que ella no conoce otra forma de entenderla vida, pues el destino quiso que Rosario fuera la hija menor de Lola Flores y Antonio González "El Pescadilla", dos mitos eternos del flamenco. "Yo lo mejor que tengo es la sangre que corre por mi cuerpo y la bomba que tuve como padres, dónde me crié. Lo único que me enseñaron es a sentir, a cantar y a bailar, y eso es mi vida".
Veintiséis años han pasado desde 'Vuela una noche', el álbum con el que debutó, tiempo en el que Rosario ha sobrevolado con éxito por escenarios de todo el mundo. "Si no pudiera cantar en directo, mi vida cambiaría muchísimo", expresa la intérprete española. "Hago discos para cantar en directo, es lo que me gusta, ver a la gente y sentirla". Una sensación, afirma, en la que "sientes la magia de la comunicación, de traspasar y tocar corazones, de hacer sentir a las personas con la música. Esa es mi meta. Alegrar un poco los corazones y ayudar a que las almas y los sentimientos afloren y no estemos tan apretados. La música es la mejor medicina para eso".
Tanta ha sido esa conexión que en ocasiones reconoce haber sido testigo de cómo una mística energía ascendía desde el público en un concierto: "He visto la energía hacer un 'boom', te juro que lo he visto, cómo subía la energía", insiste abriendo los ojos al máximo, como si fuera una niña que trata de convencer al resto de una historia imposible que ella cree con todas sus fuerzas.
Cuando uno pasa un rato con Rosario, puede darse cuenta que es una de esas personas que aún toca a la gente, que busca sentirla mediante ese lenguaje no verbal, pero sobre todo, con el de la música, que "es universal y une al mundo entero". "Cada tierra tiene su independencia, sus raíces, sus costumbres y ninguno somos iguales. Eso es lo bonito de este mundo, que cada uno tenemos nuestras experiencias y nuestra cultura, y lo bonito es mezclar esas culturas y unirnos, pero cada uno con nuestras raíces". Gitana en su alma y mestiza en sus canciones, Rosario ha sido capaz de mezclar flamenco, pop, bolero, bossa, rumba y ritmos caribeños sin perder su esencia, con la única meta de que "nada ni nadie me quite el goce de cantar y sentirlo de verdad, y disfrutarlo".
Los segundos se agotan para subir a un escenario donde, como siempre, el público, la magia y los duendes aguardan a la cantante. "Soy mucho más de corazón y de energía que de cabeza. Soy pura energía, es lo único que me mueve".