Tras la primera vuelta de las elecciones presidenciales colombianas, la conclusión evidente es que a la Ola Verde se la zampó un Tsunami llamado Juan Manuel Santos. Chorreando desconcierto tras el Derechazo que suponen 25 puntos de diferencia, los seguidores de Mockus no paran de darle vueltas al asunto, preguntándose cómo ha podido ocurrir este Armagedón, si hace pocos días todo parecía soplar a favor y la orilla se veía tan clara.
No han tardado en salir los ecos que braman acerca de un fraude electoral en muchas regiones o sobre los mecanismos que se han activado desde el oficialismo para que su Delfín nade tranquilo hasta las paradisíacas aguas de la Casa de Nariño. Pero por mucho que esos factores existan en mayor o menor medida y hayan tenido su peso en el resultado, no lo dudo, bajo mi punto de vista han influenciado mucho más los errores propios que el candidato verde ha cometido a lo largo de la campaña, y que ya se intuía, desde hacía tiempo atrás, que le acabarían pasando factura, aunque ésta haya llegado en preocupantes números rojos y en cifras de seis ceros, y con un aviso de suspensión de luz y agua.
Seamos sinceros tanto para lo bueno como para lo malo. Mockus es un soplo de aire fresco en la política tan mediática a la que para nada estamos acostumbrados a uno y otro lado del charco. Alejado de la politiquería, la guerra sucia, la corrupción y los mensajes idiotas para votantes idiotizados, él quiere enseñar a la gente a reflexionar, a pensar por sí misma, a que el país y las personas que lo forman sean mejores y, lo más importante, quieran ser mejores. Un superdotado para el pensamiento, pero un minusválido para transmitirlo. Quizá sus ideas sí lleguen a los votantes más formados, a la juventud universitaria y a la población urbana de estratos medios y altos. Pero no para el resto, que desafortunadamente, son la mayoría de este país.
Volvamos a la idea principal: sus propios errores, la paja en el ojo propio. El primer desacierto ha sido no concretar sus propuestas. Ha abusado demasiado de los cánticos en coro y lemas repetidos hasta la saciedad, como "la vida es sagrada" o "con educación todo se puede". Todo muy bonito, bañado en una marea de girasoles y lápices al viento. Pero al final, lo que la gente necesita son propuestas. Santos prometió crear equis empleos, hacer esto y aquello, mientras Mockus parecía a veces más bien un manual de autoayuda que un futuro jefe de Estado. Quizá su problema recae en que es incapaz -y lo digo con toda convicción- de mentir al electorado y hacer promesas baldías. No se trata de eso, Antanas. No se trata de mentir y prometer una plaza de aparcamiento gratis en el Paraíso a los colombianos. Se trata de, al menos, jugársela y concretar cosas tangibles. No solo recordar lo sagrada e importante que es la vida en un país donde a menudo nadie lo recuerda, sino también recalcar que se quiere acabar con las FARC y cómo pretende hacerlo. Concretar y proponer, en resumen.
Tampoco ha querido entrar en la guerra sucia y los ataques indiscriminados. Pero, como decía hoy el genial caricaturista Vladdo en su cuenta de Twitter, por querer alejarse de la politiquería, Mockus ha dejado de ser político, que es de lo que al final se trata todo esto. En ese mundillo, y no hay más secreto, tan importante es ganar como que el rival pierda o, al menos, gane menos que tú. Mockus se ha negado a entrar en ataques al resto de candidatos -cosa que le honra-, pero ha confundido la idea. No hablo de atacar de forma bruta al adversario, pero Santos era el filón de las sombras del Gobierno uribista, que Mockus ha dejado escapar. No hablo de ensuciar, sino de resaltar a los votantes aquello de lo que cojea su rival, salpicado por multitud de controversias. Empezando por los desplazados por la guerra y los "falsos positivos" (para quien no esté familiarizado con este término, ejecuciones extrajudiciales -término políticamente correcto para hablar de puros y duros asesinatos- de jóvenes civiles, la mayoría de zonas humildes, a manos de militares que los presentaban como guerrilleros muertos en combate para lograr beneficios de sus superiores. La cifra supera los 2.000 muertos en todo el país, según la Fiscalía, y se dieron durante el mandato de Santos como ministro de Defensa, aunque él no fuera el responsable directo) y acabando por el bombardeo a un campamento de las FARC en selva ecuatoriana, motivo de las aún relaciones rotas con el país vecino, o las escuchas del servicio de inteligencia a opositores, magistrados, activistas o periodistas, las llamadas "chuzadas". Son los hechos más significativos de una lista negra que Mockus desaprovechó, cosa que sí hizo, entre otros, el candidato del Polo Democrático Alternativo, Gustavo Petro, con elegancia y sin necesidad de entrar en los bajos fondos de la política embarrada. O sea, recopilando, Mockus dejó escapar vivito y coleando a su rival, con tanta bondad que ni siquiera se defendió en muchas ocasiones de los ataques que este le profirió.
Tampoco le ha beneficiado a Mockus (filósofo, matemático y, por si no fuera bastante, niño prodigio) el formato de los debates, que en Colombia alcanzan su máxima expresión y se han dado hasta en una docena de ocasiones en distintos canales. Mientras el modelo "respuesta en un minuto" ha permitido que candidatos como Santos, Petro o Vargas Lleras (de Cambio Radical, que junto a Petro ha sido el gran ganador de los debates) hayan podido desplegar toda su capacidad oratorio-retórica, lograda en años de pelea en la arena del Gobierno, el Congreso y el Senado, Mockus ha aparecido como un aspirante al que le costaba exponer sus ideas y se perdía en un mar sin rumbo. Nadie sabía dónde quería llegar cuando empezaba una respuesta que, obviamente, nunca finalizaba como él quería, pues la cuenta atrás siempre expiraba antes que sus palabras. No es que no sepa expresarse, sino que sus respuestas tienen demasiada profundidad para ese formato y, peor aún, piensa antes de responder (¡Ah! ¡bendito defecto!). Yo no se lo echo en cara, pero entiendo que los electores necesiten ideas más fáciles de entender. Quizá Mockus quiera enseñarles a ir más allá, pero para eso primero debe ganar y ser el que tome las decisiones que cambien la cultura de este país.
Por último, si bien es cierto que el Dream Team de algunos de los mejores alcaldes en la historia del país que forman parte del equipo dirigente del Partido Verde (la tripleta atacante Mockus, Enrique Peñalosa y Luis Eduardo "Lucho" Garzón en Bogotá, y el organizador de juego Sergio Fajardo, otro matemático que como alcalde transformó Medellín, y ahora aspirante a la vicepresidencia) ha conseguido movilizar a una masa de votantes, la mayoría jóvenes, normalmente apáticos con la política y que se han implicado con una pasión que yo pocas veces he podido observar, lo cierto es que esta movilización ha sido menor de la esperada. Casi la mitad del electorado se ha abstenido, una tendencia habitual, pero que en estas elecciones parecía que se iba a revertir y alcanzar un 70% de participación, según las previsiones de las encuestas que, dicho sea de paso, son las grandes perdedoras de los comicios. Como pasa en España y en muchos países del mundo, la derecha es mucho más fiel y se moviliza con un solo chasquido de dedos, mientras que electorado "de izquierdas" o progresista es mucho más holgazán. Mockus ha sacado a votar a muchos, sí (hace meses no superaba el 3% en las encuestas), pero no a tantos como se auguraba.
En definitiva, y haciendo un símil balompédico, Mockus ha sido como el Guardiola cuyo Barça del jogo bonito, del juego de equipo, del tiqui taca hasta las últimas consecuencias, siempre es fiel a su estilo aunque el resultado final pueda ser la caída, con honor, pero caída al fin y al cabo. Santos, por contra, es como el Mourinho de la política, el líder único y total, capaz de generar afinidades y odios a partes iguales, un brillante comandante para el que lo realmente importante es el fin, siempre el fin y solo el fin. Recordemos que el Inter de Mou ganó la última Champions League, eliminando al Barça en semifinales, aunque fuera a costa del espectáculo y el buen juego, y con medios algo maquiavélicos. De repente me he dado cuenta que no me gustan las metáforas, así que mejor dejemos este símil aparcado.
¿Qué necesita Mockus para ganar en segunda vuelta y remontar una eliminatoria que ahora mismo está cuatro goles por encima en el marcador? En mi opinión, el matemático Mockus debe ser capaz de resolver la ecuación más difícil de su vida y de hacer converger tres ejes hoy por hoy en las antípodas unos de los otros: por un lado, tener la suerte que muchos de los votantes santistas, seguros de la victoria más que probable, se queden en sus casas un domingo durmiendo o sacando rendimiento a su sofá, lo que reste algo de porcentaje al Partido de la U y le sume un poco de ¡Oh! a los Verdes. Por otro lado, importante pero no suficiente, concentrar en esa segunda vuelta del 20 de junio el máximo de votantes de otros partidos que ya no concurren, muchos de los cuales ya planeaban votarle en el segundo round electoral, confiados de que la diferencia sería mínima, casi un empate técnico. Y por último, y esto sí resulta clave, movilizar esa masa abstencionista que alcanza el 51%, y que es un vivero de votantes potenciales. Quizá el voto del miedo a Santos espolee a muchos de los que no acudieron a las urnas, al ver las orejas al Lobo. Pero si Mockus pretende realmente dar un vuelco a lo que hemos visto en esta primera vuelta, debe ponerse las pilas y mejorar todos los aspectos de los que hemos hablado a lo largo de este extenso post, al que por cierto las firmas encuestadoras colombianas aseguran que será el más leído de la semana en todo Internet. Casi un milagro (tanto lo uno como lo otro), pero es que la política, al final, poco tiene de matemática y ciencia exacta, y mucho de pasión injustificada y esperanza desmesurada. Y eso, la esperanza, es lo último que se pierde y, si puede ser, por menos de 25 puntos de diferencia.