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13 agosto 2010

El sonido de los helicópteros

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Me despierta lo que creí que había sido un fuerte trueno, uno más de esos que se escuchan en estos meses de lluvias interminables en Bogotá. Recuerdo que pensé que había sido más sonoro de lo habitual, pero seguí durmiendo sin preocuparme. Al rato, suena el teléfono.


"- Àlex, ve corriendo a casa de Leo, ahí está Mauricio. Ha tomado unas primeras imágenes con su cámara, todo el mundo las está pidiendo en Madrid. Sal corriendo y ve hacia ahí ahora mismo!.

-Ok, ok.. en seguida voy hacia ahí… pero.. qué ha pasado?

-¿Cómo?¿No lo sabes??!!.

-Pues no… estaba durmiendo...

-Àlex, han puesto una bomba en nuestro edificio."


Al despejarme tras la súbita noticia, supe al momento que no era una broma, porque escuché helicópteros sobrevolando el barrio. Los helicópteros son siempre un mal presagio. En condiciones normales, su sonido no irrumpe en la ciudad. Solo el caos los atrae. Su vuelo sobre nuestras cabezas supone que algo se ha roto en nuestra normalidad. Igual que el sonido al pisar cristales en el suelo o las sirenas de policía. No es su sitio natural, ni la ciudad para los helicópteros ni nuestras suelas de zapato para los cristales.


Bajo mi calle corriendo y llego a la Séptima, una de las arterias principales de la ciudad, a esas horas habitualmente repleta de busetas, cláxones y gente medio dormida dirigiéndose a sus puestos de trabajo. Ayer el panorama era totalmente diferente. Ni un solo vehículo, gente marchándose del lugar o acercándose a curiosear. Bomberos y policías. Vallas acordonando la zona. Y helicópteros, con ese sonido perturbador.





El acceso al edificio de Caracol Radio, donde Agencia Efe también tiene la sede de su delegación en Colombia y de la Mesa central de América Latina, es imposible. La casa de uno de los fotógrafos de la agencia se convierte en una improvisada redacción. Cuando más tarde por fin nos dejan acceder al edificio, lo primero que hago es agarrar la cámara de vídeo y buscar la manera de llegar al lugar de la explosión. La redacción de Efe está intacta, pero no así el vestíbulo de acceso a la torre donde se ubica, lleno de cristales esparcidos por todas partes, o la entrada a la torre de Caracol, cuyo techo parece aguantar milagrosamente.


Tras varios minutos, consigo llegar a la zona cero, aunque más bien es una zona de guerra en toda regla. Agentes de la Fiscalía escarban entre las cenizas y las piedras, buscando restos del coche. Las oficinas de Bancolombia y el BBVA han literalmente desaparecido. Las paradas de autobús frente a las que estalló el coche-bomba son simplemente esqueletos de metal. No puedo evitar pensar qué hubiera ocurrido si el atentado hubiese pasado una hora más tarde, cuando esa zona empieza a ser un bullicio, y esa idea me incomoda, pues la palabra masacre es lo único que consigo articular, algo que por suerte solo está en mis pensamientos sobre qué podría haber sido. Alzo la vista a los edificios de enfrente, todos viviendas. Sin quererlo, la estampa me trae aquellos recuerdos de niñez de la guerra de Yugoslavia a través de las pantallas de televisión, con los edificios descompuestos, sin cristales en las ventanas, y gente triste mirando a través de ellas. Ayer todos los edificios de Bogotá parecían más viejos, más grises. Cuando vuelvo a bajar la vista, veo entre los agentes de la policía judicial algo en lo que no me había fijado hasta entonces: el agujero de la explosión. Un boquete en el centro financiero de la capital, en uno de los edificios más emblemáticos, en la voz de varios medios de comunicación, en el corazón de todos los bogotanos. Hacía cuatro años que no asistían tan cerca a una escena así.


Por eso, horas más tarde, decenas de ciudadanos se van agolpando paulatinamente en la plaza frente al edificio, convocados por Twitter y otras redes sociales, hasta que el lugar se llena de velas y pancartas en contra del terrorismo. Solo las luces de los vehículos de bomberos y policía que aún permanecen en la zona consigue iluminar más que esos pequeños cirios. Pero uno a uno, consiguen llenar simbólicamente ese agujero en mitad de la ciudad. Acallar las hélices de los helicópteros y apagar el color rojo de las luces de las sirenas de policía. E incluso también silenciar aquel trueno que pareció de una tormenta que nadie esperaba. Aunque hoy me despierte nuevamente con el sonido de los helicópteros, que siguen patrullando una ciudad que tardará tiempo en recuperar su normalidad.













01 agosto 2010

El significado de las palabras

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Y me dio por pensar, algo que no está mal hacer de vez en cuando. Siempre me pasa igual cuando hago ese trayecto interminable, desde el valle en el que se agazapa Medellín hasta el aeropuerto de Rionegro. Encontrar un hueco para meditar en esos tres cuartos de hora que dura el viaje en taxi es más que fácil. Esta vez, acompañado de Maria Paula. Otras veces solo. No importa, siempre hallo unos segundos, unos minutos, lo que sea, para remover el desordenado trastero de mi cabeza, mientras serpenteo por la carretera que escala los cerros de esa ciudad.


Explicaba que me dio por pensar. Me vino a la cabeza el tiempo que ya ha pasado, y más aún en el poco que me (nos) queda. De repente, me di cuenta que en un mes dejaría de sumar, para empezar a descontar. Que cuando volviera de vacaciones ya solo quedarían tres meses y medio, poco más. Y una sensación extraña me ascendió por la garganta, como cuando a uno se le repite entre sábanas una cena demasiado copiosa.


Pues eso, que sin pensarlo, pensé. Y recordé cuando Victor Sancho era un solo aquel chico de último año de carrera, un curso más que yo, con el que improvisaba programas de radio cuando los dos nos quedábamos solos en el estudio después de clase. Y cómo se me entrecortaba la respiración cuando él me explicaba que debía escoger en qué país del extranjero hacer el segundo año de aquella beca que entonces yo desconocía. Él hablaba con familiaridad de El Cairo o La Paz, como si solo se trataran de estaciones de Metro donde bajarse. A mí, en cambio, todo eso me quedaba demasiado lejos, como un espejismo algo borroso, irreal. En realidad, yo le envidiaba en secreto, en silencio, de una forma casi cainita.


Miro por la ventanilla del taxi, pero sin enfocar nada en concreto del paisaje verde (aquí, como ocurre en el Polo Norte con los blancos, he aprendido a diferenciar entre tipos de verdes). Sí logro constatar de reojo que Medellín se empequeñece desde lo alto de los cerros, mientras en esta particular tanda de flashbacks de carretera, un Joan demasiado preguntón, una desconfiada Nina callada en una esquina de la mesa de reuniones y una Carola entonces exóticamente pelirroja se sientan enfrente mío. Alba, Alejandra y Victor a mi derecha. Y ante los siete, dos años de beca por delante. Dos años… una eternidad, vamos. Como cuando los niños piensan en qué profesión tendrán cuando sean adultos, pero sin saber exactamente qué significa esa palabra tan barroca.


Y es ahí a donde quería llegar, al significado de las palabras. En aquel entonces, hablar de dos años era un sinónimo de infinito, de un largo camino por delante. De lo que iba a ser. Ahora, pensar en esos dos años es hacerlo, sobre todo, en base a lo que sido, en lo que ya ha pasado. Me acuerdo en cómo dudaba sobre si escoger Colombia, por lo que significaba entonces. Casi dos años después, ya nada es lo mismo ni volverá a serlo. Ni Colombia, ni las calles de Bogotá, ni las noches de Medellín, lugares que ahora me resultan tan extrañamente familiares. Todo tiene un nuevo significado. Incluso Barcelona, y mucho más Madrid. Tampoco los sueños son los que eran. Muchos de ellos, tiempo atrás inconcebibles, se han cumplido. Otros tantos se han generado a partir de esos. Algunos se han aplazado y puede que otros se hayan esfumado sin saberlo. Las cosas han cambiado. El pasado, el presente y, especialmente, el futuro.


Amigos. Distancia. Sueños. Amor. Abrazo. Cielo. Hogar. Recuerdo. Camino. Futuro. Simples palabras, aunque al final todo reside en el significado que les concedamos. O eso pensé, vaya.

19 julio 2010

Fito Páez: "Cantar es como robar un banco, sientes como si te descubrieran"

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Foto: Federico Ríos (Agencia EFE)



Àlex Cubero

Agencia EFE. Medellín, 3 de julio


Con el humo de un cigarro casi danzando entre sus siempre rebeldes rulos, el cantautor argentino Fito Páez admitió que su sensación al cantar es como "si te encontraran robando un banco, sientes como si te descubrieran", una emoción que "nos toca a todos, que nos calienta el corazón". Como si se tratara de aquel verso de su canción 'Flores en su entierro', en la que relataba que le excitaba más robar un banco que el mayo de París, Páez confesó que esa emoción al cantar es un "pequeño tesoro de la humanidad, una de las cosas de las cuales podemos sentirnos muy orgullosos".


En una rueda de prensa en el III Congreso Iberoamericano de Cultura de Medellín, donde actuó junto a los españoles Antonio Carmona y Rosario y los mexicanos Zoé, entre otros, el artista rosarino reflexionó acerca del futuro de la música, para bien o para mal, con la irrupción de las nuevas tecnologías. "Hay algo en la canción que nos toca a todos, que nos calienta el corazón. Cuando uno canta una canción da la sensación como si te encontraran como robando un banco, sientes como si te descubrieran, y creo que ese sentimiento va a perdurar".

A su juicio, "hemos generado esa pequeña maquinita emocional de cinco minutos, que conmueve, y los temas que nos mueven son siempre los mismos. Eso va a seguir funcionando de una manera y otra, incluso ahora más por Internet, que ha democratizado mucho la expresión, la tecnología lo ha permitido". Lejos del pesimismo que otros artistas invitados al Congreso han evidenciado sobre el futuro de un sector asfixiado por la tiranía de la mercadotecnia y las tecnologías, Páez opinó que "posiblemente haya una explosión de ideas en la Red que aún no conocemos, estamos en el centro de un huracán tecnológico y emocional".

Acompañado en todo momento de un cigarrillo y en una actitud relajada y distendida, el cantante simplemente resumió que "en este sentido no hay nada nuevo bajo el sol, eso está bien, y creo que va a seguir funcionando". Y es que después de que hace justo tres décadas iniciara su andadura musical en la banda del también rosarino Juan Carlos Baglietto, allá en los ochenta, Fito aseguró no tener "ninguna carrera musical, porque no estoy corriendo contra nadie".

"Me siento un hombre muy afortunado, que he estado en la hora indicada en el momento indicado", reconoció el compositor, que opinó "el error" es llamar artistas a los cantantes generados por laboratorio gracias al marketing y a los estudios de grabación. En todo caso, apuntó que es también esa democratización de la expresión gracias a la tecnología la que genera asimismo un "conflicto", pues el público adquiere mayor protagonismo y desaparece la idea del cantante como "chamán", esa "religiosidad que acompaña al concierto como fenómeno emotivo", pero que al mismo tiempo se ha alcanzado "mayor diversidad, y eso es fabuloso".

Así, el intérprete argentino apostó por impulsar la diversidad musical como, a su juicio, hacen países como Brasil, y destacó la relevancia del continente americano en este sentido. "De sur a norte, América ha sido en el siglo XX una máquina de invención extraordinaria dentro de la música popular. Me siento un observador privilegiado de la música popular contemporánea americana", dijo acerca de la influencia de éstas en sus creaciones.

Éxitos musicales que, no obstante, Páez relacionó con su Rosario natal, una ciudad que a finales del siglo pasado era "una ciudad portuaria cerrada, no teníamos paisaje, era todo imaginería. Creo que eso ha hecho que hayan salido tantos artistas ahí. Era la ausencia de paisaje, una ciudad muy cerrada y muy gris, pero que a la vez hacía que estuviéramos muy encendidos".

Y antes de que se apagara, en este caso su cigarro, Fito instó a defender las especificidades ante la idea "delirante" de la globalización: "Es importante que no se pierda el toque, lo que te hace Medellín y no te hace la ciudad de al lado, lo que te hace Rosario y no te hace Santa Fe".

16 julio 2010

Jorge Drexler: "No pienso en mensajes cuando escribo canciones. Odio ese concepto"

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Àlex Cubero

Medellín, 1 de julio


Al igual que el inicio de uno de sus temas, en el que decía que para contar simplemente cantaba, el uruguayo Jorge Drexler aseguró que nunca piensa en "mensajes" al escribir sus canciones, un concepto que reconoce odiar, pues su música "no está para vender, ni para inculcar, ni enseñar nada, ni dar un consejos", sino que es sólo "lo que escribe una persona que siente cosas".


En una entrevista con Efe durante el III Congreso Iberoamericano de Cultura en Medellín, Drexler explicó que sus canciones "son un fin en sí mismo", sin tener la intención de servir como "lanzadera" para enviar un mensaje al público. "Odio el concepto de mensaje. De verdad lo odio, porque me parece como si alguien estuviera tratando de decir algo, pero metiéndote algo por debajo. No, yo hablo de lo que siento, yo no hago canciones con una especie de subfondo que hay que descifrar para saber cuál es el código político al que me estoy refiriendo".


Considerado sin embargo a menudo por el público como un poeta de la música cuyas letras siempre transmiten una idea, el artista uruguayo rehusó pensar que sus temas tengan una intencionalidad. "Yo no escribo canciones pensando en transmitir una ideología. Mi canción no es un excipiente, es un compuesto activo, no están ahí para llevar una cosa, son la cosa que llevan. No están ahí ni para vender, ni para inculcarte nada, ni enseñarte nada, ni darte un consejo. Son lo que escribe una persona que siente cosas y las pone ahí, y espera que otras personas se identifiquen con ella, y a veces tienes suerte y eso pasa".


Un momento en el que el artista "caza una emoción que anda volando, la pasa del papel a la guitarra, la edita en un formato inerte como un disco, lo suelta al viento y espera que otra persona lo agarre y devuelva la vida a esa emoción. Ese es el centro de mi trabajo y no ha cambiado desde la primera canción a la última". Y precisamente es en ese instante, en el que el público conecta con esa sensación, cuando "el círculo se cierra y se completa mi trabajo". "Es un momento maravilloso. Todo lo que hago tiene el destino final de producir emoción. Una canción es una espora, una emoción en estado latente que es despertada por quien lo escucha. (...) Es lo que me pasa con las canciones de otros. Esa emoción que genera la canción y que vuelve a ser despertada por el que escucha es la única finalidad a la que aspiro, no me interesa aleccionar", señaló.


Un amor desenfrenado por la música que para Drexler, confesó, es "independencia en el sentido de que da alas, te enseña cosas sobre ti, te ayuda a vivir", pero también puede ser "adicción", como lo es para él escribir, una cosa que no puede evitar: "yo tomo la música con las dos caras de la moneda, con lo que cura y con lo que enferma, con lo que da de independencia y con lo que te da de músico dependiente".


En el mismo día en que dos maestros de las notas, el bandoneonista argentino Rodolfo Mederos y el cantautor cubano Silvio Rodríguez, lamentaron en una conferencia en el Congreso que la mercadotecnia y las modas están sepultando la música, Drexler rechazó pensar que este arte se encuentre en estado crítico. A su entender, "la canción está en un momento buenísimo, soy muy optimista" y "no me da la impresión de que esté muriéndose", opinó, y agregó que nunca se guió por criterios de mercados. "No los conozco, ya que no soy un experto en mercadotecnia, soy un músico".


"No pienso en el mercado cuando escribo canciones, ni tampoco en mensajes. Yo escribo lo que siento. A veces es muy fácil tirar la primera piedra, ¿pero quién no se ha visto beneficiado por alguna circunstancia política, económica o de mercado en un momento? todo el mundo, toda la música", sentenció. Y es que del mismo modo que en aquella canción cantaba para contar, Drexler finalizaba admitiendo que 'el corazón no miente, y afortunadamente, me haces bien', tanto como su absoluta sinceridad, el único y verdadero mensaje de sus canciones.



15 julio 2010

Rosario Flores: "Nunca sabes de dónde te va a venir una canción, eso lo manejan los duendes"

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Foto: Federico Ríos (Agencia EFE)


Àlex Cubero

Medellín, 4 de julio


Respira nerviosa sentada en su camerino minutos antes de cantar ante miles de personas, y solo parece relajarse cuando entona, al azar, un verso de una de sus canciones. "Nunca sabes de dónde te va a venir una canción, ese sentimiento lo manejan los duendes y la magia", confiesa en una entrevista con Efe la cantante española Rosario Flores. Sus rizos contrastan con el lacio pelo de su amigo y compañero de profesión Antonio Carmona, con el que cantó esta noche en Medellín, junto al argentino Fito Páez y los mexicanos Zoé, entre otros, en el concierto que cerró el III Congreso Iberoamericano de Cultura. "Cantar es el privilegio más grande del mundo, eso sale por arte de magia, no lo puedes pensar", explica poco antes de enfrentarse a los corazones de miles de colombianos, que no desistieron a pesar de incesante e intensa lluvia que durante horas cayó sobre la ciudad colombiana.


"Cuando sales ahí no puedes pensar en lo que tienes que cantar o en la letra, porque sino no das una. Lo mejor es no pensar en ello, la música es cosa de duendes, de magia, nunca sabes cuando te va a venir una canción o de dónde te viene". Unas rítmicas palmadas interrumpen el silencio de la estancia. "Ese sentimiento que tú guardas dentro luego se hace una canción, fruto de ese sentimiento que tú vives. Eso lo manejan los duendes y la magia, y creo que la música es la mejor medicina que tenemos los seres humanos, es medicina pura para el alma. Es universal, es infinita, y siempre va a estar en este mundo".


Y es que ella no conoce otra forma de entenderla vida, pues el destino quiso que Rosario fuera la hija menor de Lola Flores y Antonio González "El Pescadilla", dos mitos eternos del flamenco. "Yo lo mejor que tengo es la sangre que corre por mi cuerpo y la bomba que tuve como padres, dónde me crié. Lo único que me enseñaron es a sentir, a cantar y a bailar, y eso es mi vida".


Veintiséis años han pasado desde 'Vuela una noche', el álbum con el que debutó, tiempo en el que Rosario ha sobrevolado con éxito por escenarios de todo el mundo. "Si no pudiera cantar en directo, mi vida cambiaría muchísimo", expresa la intérprete española. "Hago discos para cantar en directo, es lo que me gusta, ver a la gente y sentirla". Una sensación, afirma, en la que "sientes la magia de la comunicación, de traspasar y tocar corazones, de hacer sentir a las personas con la música. Esa es mi meta. Alegrar un poco los corazones y ayudar a que las almas y los sentimientos afloren y no estemos tan apretados. La música es la mejor medicina para eso".


Tanta ha sido esa conexión que en ocasiones reconoce haber sido testigo de cómo una mística energía ascendía desde el público en un concierto: "He visto la energía hacer un 'boom', te juro que lo he visto, cómo subía la energía", insiste abriendo los ojos al máximo, como si fuera una niña que trata de convencer al resto de una historia imposible que ella cree con todas sus fuerzas.


Cuando uno pasa un rato con Rosario, puede darse cuenta que es una de esas personas que aún toca a la gente, que busca sentirla mediante ese lenguaje no verbal, pero sobre todo, con el de la música, que "es universal y une al mundo entero". "Cada tierra tiene su independencia, sus raíces, sus costumbres y ninguno somos iguales. Eso es lo bonito de este mundo, que cada uno tenemos nuestras experiencias y nuestra cultura, y lo bonito es mezclar esas culturas y unirnos, pero cada uno con nuestras raíces". Gitana en su alma y mestiza en sus canciones, Rosario ha sido capaz de mezclar flamenco, pop, bolero, bossa, rumba y ritmos caribeños sin perder su esencia, con la única meta de que "nada ni nadie me quite el goce de cantar y sentirlo de verdad, y disfrutarlo".


Los segundos se agotan para subir a un escenario donde, como siempre, el público, la magia y los duendes aguardan a la cantante. "Soy mucho más de corazón y de energía que de cabeza. Soy pura energía, es lo único que me mueve".



09 mayo 2010

Miguel Bosé, ya colombiano, desboca el corazón de sus compatriotas con "Cardio"

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(Foto: Leonardo Muñoz / EFE)


Àlex Cubero

EFE, Bogotá


Como si quisiera devolver el regalo de su reciente adquirida nacionalidad colombiana, el cantante español Miguel Bosé hizo desbocar el corazón de sus ya compatriotas con un espectacular concierto en Bogotá, en el inicio de su gira "Cardio", tras su paso previo por Medellín en la víspera. Con un impresionante montaje, en el que dos pantallas gigantes y una estructura circular de unos seis metros de diámetro colgada del techo se encajaban y desencajaban, en medio de un derroche de imagen y color, el público bogotano latió a velocidades insospechadas ante un Bosé pletórico e incansable durante cerca de tres horas de concierto. Acompañado de tres bailarines y como si hubiera probado el elixir de la eterna juventud, el cantante exhibió coreografías que añadieron espectacularidad a un show que repasó grandes éxitos de su carrera, además de presentar los nuevos temas de "Cardio", el álbum que da nombre a su gira.


Y es que los latidos de sus fanáticos pasaron de cero a cien en un increíble arranque en el que el aumento de pulsaciones al son de dos de los nuevos temas de su nuevo disco, "Ayurvedico" y "Cardio", levantaron a los congregados en el coliseo de El Campín. Al grito de "buenas noches, compatriotas", Bosé se entregó en cuerpo y alma con una veintena de canciones como "Nena", "Dame argumentos", "Júrame", "El perro", "Eso no" o "Por ti". Pero el éxtasis llegó con el repaso a míticos temas como "Morena mía" o "Sevilla", en el que absolutamente todo el público movió los brazos al mismo ritmo que Bosé, en una conexión con el cantante que no se rompió en toda la velada.


Un espectáculo en el que el público también intimó con las letras de "Hay" o "Down with love", en las que un quirúrgico Bosé llegó hasta el fondo del alma de su público colombiano. "Cuanto nos gusta a cada uno de nosotros decir a alguien que eso lo haces por esa persona, pero cuanto cuesta", dijo en un instante del concierto el cantante, aunque en su caso el grado de comunión fue tal con sus seguidores que casi pareció que le estuviera cantando a cada uno de ellos personalmente. Como el "ay, ay" de su canción "Estuve a punto de", los asistentes casi sintieron un respingo cuando en el segundo bis de la noche, Bosé resucitó "Amante bandido", uno de sus temas más conocidos y exitosos y que permitió elevar la temperatura y los decibelios de la capital de Colombia.


Bosé, que obtuvo hace un mes la nacionalidad colombiana, también tuvo tiempo para recordar su compromiso social, cuando recordó a los desplazados por las guerras y la pobreza, ante los que "seguimos estáticos" mientras "la tierra tiembla, los volcanes estallan y el mundo se sacude". "Canta por lo que creas y nunca dejes de cantar", exclamó el artista ante una ovación estruendosa que se repitió infinitas veces a lo largo de la noche por parte de un público formado en gran parte por mujeres. Y es que a horas del Día de la Madre en Colombia, que se celebra este domingo, el hijo recién adoptado de esta nación entregó un regalo envuelto en lo mejor de sí mismo, para agradecer la acogida de un país al que nunca ha faltado desde que en los años setenta empezara su andadura musical. Precisamente, con un "Te amaré" cantado al unísono con todo su público y apretando emocionado la mano contra su pecho, Miguel Bosé se despidió de Bogotá y de un país al que, nuevamente, robó el corazón y con el que alargó un idilio que con el paso de los años se afianza con mayor pasión.






La crónica publicada, aquí, y el vídeo del concierto, aquí)




07 mayo 2010

Grietas

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A través de los amplios ventanales del tercer piso de su estudio, el cielo bogotano aparece de un espeso gris melancólico, vomitando una lluvia que aporrea con desesperación los cristales. Un día de aquellos en que parece que todo fuera a suceder, tan dramático como si quisiera rendir homenaje a una de sus obras. La miro a ella y su pelo rizado parece ser el epicentro de todo este día barroco. También gris, más oscuro si cabe, frondoso y arremolinado, presagiando borrasca. Pero cuando Doris Salcedo empieza a hablar, su voz dibuja las formas de una tibia suavidad. No necesita gritar para decir.


"Creo mucho en el ser humano, soy optimista. Pero también creo que cada ser humano tiene una memoria de dolor, algo que le ha dolido, y esa memoria esta ahí. Yo presento la memoria de otros seres humanos, las víctimas, y lo que le pido al público es un minuto de silencio, un momento de contemplación silenciosa frente a una obra, para que esa memoria de dolor escrita en cada espectador se encuentre con la memoria de dolor de la víctima, que espero haber logrado en la obra, y generar así una memoria colectiva acerca de lo que está pasando"


Las víctimas como epicentro de sus creaciones. A esta escultora colombiana de 51 años, que hace dos días se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Velázquez de Artes Plásticas y es considerada una de las artistas más importantes del panorama internacional, hace demasiado tiempo que se le quebró el alma por el conflicto armado que vive su país. Fue el 6 de noviembre de 1985, cuando un comando de guerrilleros del ya desmovilizado M-19 tomó el Palacio de Justicia en Bogotá, asalto que acabó con la vida de 55 personas, once de ellas magistrados de la Corte Suprema. Salcedo, entonces estudiante, se encontraba a unas pocas manzanas del lugar, y presenció en vivo y directo aquel funesto suceso de la historia colombiana.


"Toda la vida he trabajado acerca de la fragilidad de la vida, de la vulnerabilidad del ser humano, del hecho que somos finitos. Es la muerte lo que me interesa, y esa finalidad tiene que estar en los materiales. Cuando un país construye un arco del triunfo, un obelisco, está contando una historia de triunfos. Nuestra historia es de derrotas, y lo que nos quedó fue la ruina. Nosotros tenemos ruinas, no arcos de triunfos"


Su sonrisa luminosa se funde a negro cuando habla de ello. "Cualquier límite de decencia y de humanidad que hubiésemos tenido, se acabó". Es por ello que sus obras hablan de la injusticia, de las víctimas, de los muertos en guerra y los muertos en vida. Y lo hacen desde la cruel sinceridad, sin medias tintas. Efímeras obras que producen en el espectador la sensación acongojante de enfrentarse a la incómoda realidad, incluso a través de objetos reales de las víctimas, como zapatos, muebles, ropa. Esculturas que inquietan, conmueven y obligan a mantener una mirada que hasta ahora nos habíamos acostumbrado a apartar sin remordimientos.


"Hay una realidad muy dolorosa, y doloroso es asumirlo. Creo que necesitamos construir esa memoria colectiva, pero a partir de las experiencias. La memoria de las víctimas es una memoria reprimida, y esa memoria reprimida tenemos que abrirla y hacerla publica a través del arte, para que esas experiencias de dolor salgan del espacio privado del dolor de cada víctima y pasen al espacio de lo publico, y ahí podrá haber verdad, restitución y reconciliación".


Abrir lo enterrado, como hizo en la más famosa y comentada de sus obras, una enorme grieta que partía en dos el suelo de la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres, el epicentro de la Europa cultural. Una creación que hablaba de las injusticias, de la exclusión por parte de Occidente de ese Tercer Mundo al que ella pertenece. Un olvido que se atrevió a resquebrajar, pero que seguía manteniendo en el fondo un mensaje pesimista, pues las paredes de la grieta mostraban esa valla con la que siempre se topa el ciudadano del Tercer Mundo, la verja del miedo, la rabia y el desprecio.


"El arte siempre está ligado con la política, esté o no explícito en la obra, porque lo que hace el arte es abrir espacios y ampliarlos, para que la gente pueda ver, decir, existir, hacer, ser vista y vivir una vida plena".


Justo cuando la entrevista finaliza y el cielo de Bogotá parece haberse decidido a dejar de exhalar agua, Doris desciende por un viejo montacargas y se reúne nuevamente con algunos técnicos de su equipo. Insiste en que sin ellos nada sería posible, pues detrás de sus ideas se esconde el trabajo de casi cuarenta personas de todas las disciplinas técnicas imaginables y, sobre todo, esa experiencia de las víctimas de la que se nutren sus creaciones y a las que intenta dar resonancia. Y aunque sigue respondiendo algunas preguntas de última hora, sus ojos ya están diseccionando detalles de la próxima obra en la que trabaja, basada en las exhumaciones de víctimas del conflicto colombiano y ante la que solo puedo contener la respiración y la angustia. En realidad, me sorprende que entre esta barbarie en Colombia, la creatividad de tantos artistas y pensadores sea capaz de florecer de forma tan abundante. Ella alza la vista y me responde: El mejor espacio para el arte es la necesidad. Por eso hay tanto arte bueno en Colombia. En 51 años no tengo memoria de nada decente en la política de este país".




(La entrevista publicada, aquí)

04 mayo 2010

¡¡¡Shhhhhhhhhh!!!

¡¡¡Shhhhhhh!!!! ¡¡¡Calla!!!




(Foto) Carlos Ortega, fotógrafo de Efe, después de la agresión de la Policía a

seis periodistas en la manifestación del Día Internacional del Trabajo en Cali,

denunciada por la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP)




"Una prensa libre puede ser buena o mala,

pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala"

Albert Camus (1913-1960), Novelista, dramaturgo

y ensayista francés, Premio Nobel de Literatura

03 mayo 2010

"No hay nada que celebrar"

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Colombia. Año dos mil diez. Periodistas asesinados, cuatro. Amenazados, treinta y siete. Uno más, es decir, treinta y ocho, es la cifra de periodistas asesinados en todo el mundo en lo que va de año. En cuatro años, más de cuatrocientos. Promedio por año, cien. El pasado mes de abril, un repunte, con quince periodistas asesinados. Uno cada dos días. Ciento sesenta y cinco encarcelados en estos cuatro meses en todo el planeta. Seis periodistas agredidos por agentes de la Policía durante las manifestaciones del Día del Trabajador en Cali, de los medios Agencia Efe, Associated Press, Associated France Press, Cable Noticias y Caracol Noticias. Uno más agredido el mismo día en Bogotá. Puntos de sutura en su cabeza, diez. Asesinatos de periodistas que quedan impunes en todo el mundo: Noventa por ciento de los casos.


"Hoy no hay nada que celebrar". Eduardo Márquez, presidente de la Federación Colombiana de Periodistas, en el Día Mundial de la Libertad de Prensa.






Fuentes: Federación Colombiana de Periodistas (Fecolper), Reporteros Sin Fronteras (RSF), Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), Campaña emblema de Prensa (PEC), Comité para la Libertad de los Periodistas (CPJ), El País.


Fotografías: Arriba, agresión a Oriol Segón Torra, periodista español independiente de medios internacionales, en la manifestación del Día del Trabajador en Bogotá (Damien Fellous). Abajo, la policía hondureña rodea al fotógrafo de Associated Press (AP) Darío López-Mills durante las protestas con motivo del golpe de Estado en 2009 (Reuters/Oswaldo Rivas)

02 mayo 2010

Tango


"Muchas veces se me pregunta cómo llega uno a tocar como toca. La verdad es que no lo sé, es inútil plantearse eso. ¿Cómo siente uno lo que siente? Es como preguntarle a alguien que ama a una mujer por qué la ama. ¿Por sus ojos, su cuerpo, su manera de hablar? El amor no discrimina sobre aspectos puntuales".



Cuando las notas de su bandoneón empiezan a fluir por los rincones del vacío estudio de grabación, uno puede casi sentir como la melancolía del tango recorre los surcos de su desgastado rostro, como si en lugar de arrugas tuviera marcadas las líneas de un pentagrama en el que bailan las pasiones del ser humano. Podría decirse que Rodolfo Mederos toca un instrumento, pero no estaríamos siendo del todo justos con este compositor argentino, considerado uno de los mejores bandoneonistas de la historia. En realidad, él no interpreta ni compone canciones, sino que dialoga con la vida, con la sinceridad que solo se alcanza cuando el paso de los años únicamente queda superado por el acumular de las canas.


"Es una relación absolutamente visceral. El tango yo no sé si es música, ni me lo planteo. El tango es como vivir, son los olores, los sabores, la ira, el odio, el amor, las conquistas, las derrotas, el trabajo de todos los días, el perro echado ahí, los hijos jugando, los amigos, la mujer. El tango es como una manera de ser y, además, es música".


Mederos no se anda con rodeos. Dice las cosas como las siente, pues precisamente es esa relación con las grutas de su sensibilidad lo que le hace distinto. Discípulo de los más grandes del tango, Olimpo en el que también se ha ganado su hueco, este argentino de figura alta y desgarbada ama este género musical más que a nada en la vida. Pero no es un amor ciego, pues hace tiempo que observa cómo la que ha sido su eterna amante, a la que ha visto envejecer y con la que ha envejecido, se consume irremediablemente por el devenir de los nuevos tiempos. Esa banalización del tango, dice, ha "Mcdonalizado" un género que hace tiempo que perdió su brújula, su identidad y su esencia, hasta convertirse, lamentablemente, en una "lengua muerta" que muy pocos hablan, y muchos menos entienden.


"Me siento como un arqueólogo, buscando en ese pasado aquellos viejos esqueletos que están fosilizándose, de ese tango que yo creo que fue verdaderamente lo más auténtico que supimos hacer, y que fue atomizándose y quedó en una especie de recuerdo. Es duro y me entristece, pero mi vida la consumiré haciendo esto, intentado recuperar y traspasar a las generaciones posteriores lo que creo que es verdaderamente genuino de aquel pueblo en el que nací".


Mientras divaga con la mirada perdida en el vacío, pero con unos ojos que parecen haber encontrado la clarividencia en las cosas que nos rodean, Mederos no abandona ni un solo momento su bandoneón, que sostiene apoyado entre sus piernas, bien agarrado, como si supiera que esa es la única llave para llegar hasta su querido tango. En su juventud fue considerado un renovador, un rupturista, al principio incomprendido, después alabado por todos. Pero ahora lamenta que la pasión haya sido sustituida por las oficinas de marketing y la obsesión por las ventas, que la reflexión sea una herramienta en desuso y que lo moderno signifique pisotear todo lo pasado, para simplemente cargarlo de excentricidades que esterilizan lo que siempre fue auténtico.



"Lo que es genuino y artístico no debería transformarse por puro placer personal en objetos para llamar la atención. La música no tiene que llamar la atención. Eso es como cuando una mujer que en sí es bonita intenta ponerse joyas y pintura, y no por eso será más bonita. Creo que volver a recuperar esa piel que sigue siendo fresca, de aquellas melodías, sin la cosmética que la vanguardia a veces intenta imponer, en todo caso sería un acto vanguardista".



Lo que más me sorprende de Mederos tras casi una hora con de charla no es la aflicción que desprende al hacer sonar su acordeón, ni tampoco el que sea capaz de encontrar las palabras precisas en cada instante. No es eso. Lo que más me llama la atención es que Mederos pertenece a esa clase de personas que aún tocan a los que lo rodean, que no tienen miedo a sentirlos físicamente, a mirarlos a los ojos con sinceridad y a escucharlos. Y más aún que, con setenta años, aún tiene la esperanza de cambiar las cosas, de evitar que todo aquello por lo que ha vivido acabe muriendo con él. En definitiva, que su último tango no acabe siendo el más triste de todos.


"Yo estoy enamorado de esto, sufro con esto, soy muy feliz con esto, me angustia mucho esto, peleo con esto. Y creo que lo mejor que puedo dejar a mis hijos, lo dijo Miguel de Unamuno, pueden ser raíces y alas. El hijo tiene que sentirse de un lugar, sino terminará siendo un paria. Si tiene raíces, entonces podrá volar. Creo que la vanguardia es el pasado, no como refugio melancólico, sino como sustancia. Pero no para volverse atrás, al pasado, sino para tomarlo y proyectarlo, que es lo que creo que estoy haciendo. Lo que sí espero y anhelo, con cada cosa que hago, es que lo que salga de mí penetre a la persona a quien llegue y, en definitiva, después de oír estas músicas, ya no sea igual que antes, que en algún punto haya ayudado a la sensibilización o a la reflexión.

Si no he logrado eso, será un fracaso"






(La entrevista completa, aquí, y en vídeo, aquí)

22 abril 2010

EFE en huelga


Primer día de las dos jornadas de huelga de EFE en España, con un 80% de seguimiento en general, un 94% en Barcelona. Pero mejor que explicarlo yo, os dejo a alguien con muchos más años subido al carro de esta agencia, compañero en la delegación de Barcelona. Y con el Lipdub de protesta que han hecho entre todos los trabajadores de la delegación.


"Duele que después de unos cuantos años de esfuerzos, de fines de semana dedicados a la causa, después de unos cuantos millones de palabras escritas entre todos, después de ilusiones enterradas y de sueños medicumplidos, un día te digan que todo eso de poco ha valido, que ahora habrá una nueva vuelta de tuerca, que esta vez no vamos a hablar de modelos de periodismo, sino de rebajas de sueldo, no de congelación, sino de tres años de sueldos menguantes. Parece que nadie recuerda que en los últimos años hemos perdido más de un 15 por ciento de poder adquisitivo y que de tanto esfuerzo, ya estamos agotados. En el fondo, habíamos venido aquí a escribir, a dedicar los mejores años de nuestra vida a la causa, pero parecen decididos a amargarnos la existencia.

La idea, la realización y el montaje del lipdub han sido cosa de Jose. Los extras hemos disfrutado como enanos. Cosas del multimedia.

En defensa de los trabajadores de EFE, en facebook."


21 abril 2010

Tipos y tipos de gente

Cuando eres Carola Solé, efebecaria en la delegación de Caracas, conoces a gente como Hugo Chávez y mantienes con él una conversación inverosímil de cuatro minutos mientras espera a Raúl Castro… y no te quitas la sonrisa de la cara en dos días...




Cuando eres Raquel Godos, efebecaria en la delegación de Bogotá, te presentan a tipos como Antanas Mockus y, sin casi tiempo a reaccionar, te lo vuelven a presentar por segunda vez… y no vuelves a dormir en dos semanas...




Y bueno… cuando eres Nacho Vidal y estás en Bogotá… simplemente corres a hacerte una foto con Àlex Cubero y tú mismo sostienes la cámara… y hasta te sorprendes de que, siendo efebecario, pueda ser tan humilde en persona.



...Tipos y tipos de gente, qué le vamos a hacer…

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