07 enero 2011

Madrid

.


Me dijo adiós y, de repente, la noche de Madrid se tiñó de putas, chulos y mendigos, de borrachos prematuros y de esquinas más oscuras. Cuanto más me alejaba de aquella parada de autobuses, más cuesta arriba se hacía el camino de vuelta, el mismo que un año antes había dejado sensaciones tan alejadas. De aquella nieve adolescente en la que todo era posible a la ahora nostálgica llovizna, esa que sin darte cuenta te deja calado de realidad hasta los huesos. Y marchito, Fuencarral me engulló en una lánguida caída libre. El mismo frío, pero más cruel. El mismo recorrido, pero otro rumbo. El mismo abrazo, pero tan distinto. Demasiado distinto, pese a que por un momento, cuando nuestras mejillas se cruzaron, todo volvió a ser y sentí que había despertado trescientas dos mañanas a su lado. Pero no.


Y aún así, cuando el tren anunció por megafonía la obligada huída lejos de ella, Madrid, con sus ojos pecosos pintados de Mediterráneo, me siguió pareciendo la chica más bonita del mundo.



1 comentarios:

Cris dijo...

Precioso.
Cris

Publicar un comentario

.