06 abril 2010

Ellos

Atardecer en el aeropuerto de Florencia (Caquetá), en el sur de Colombia



Muchos de ellos se preguntaron por qué, cuando descendió del helicóptero militar brasileño, no echó a correr enloquecido hacia los brazos de su padre en aquel caluroso aeropuerto en mitad de la selva colombiana. Por qué no lloró, por qué no rió a carcajadas frenéticas de libertad tras el mayor de los cautiverios. Por qué, simplemente, no perdió el control de sus emociones en ningún momento, se cuestionaron ellos.


El profesor Moncayo, el sargento Moncayo, la hermana Moncayo. Todos demasiado gélidos, agarrotados. Los abrazó, sí, pero como si les hubiera visto dos días antes y no doce años atrás. Descendió del helicóptero de un salto rápido, claro, pero en seguida hizo señales a su padre para que calmara su carrera hacia él. Saludó uno por uno a todos sus familiares y amigos, obvio, pero con calma y mesura, sin escenas melodramáticas. No hubo excesos, en definitiva. Qué extraño, insinuaron ellos.


Y habló delante de ellos, sin miedo. Lo hizo controlando los blancos entre palabras y los negros entre silencios, escribiendo cada frase con una caligrafía perfecta. Sin estridencias, escogiendo cada idea como si la hubiera estado moldeando mentalmente durante años. Doce. Diciendo y callando con toda precisión, y rematando los finales de cada intervención con una sentencia abrumadora. No saben lo asombroso que es volver a ver civilización. Demasiado calculado, dijeron ellos.


¿Pero quiénes perdieron el control durante horas, peleándose a codazos por el espacio y por la mejor imagen del liberado?¿Quiénes buscaron los excesos en cada disparo, en cada toma, en cada conexión en directo?¿Quiénes escudriñaron cada uno de los abrazos para calcular niveles y grados de cariño?¿Quiénes basaron muchas de sus preguntas en la estupidez y en las cuestiones más ínfimas, dejando de lado lo esencial en busca de lo sensacional?¿Quienes fueron los realmente fríos en toda esta historia con aires de telenovela? Ninguno de ellos, por supuesto, tuvo el valor de plantearse alguna de esas preguntas.


4 comentarios:

Lu dijo...

Genial, À.

laura dijo...

Como siempre... qué pena.
Siempre así. Intentando que la historia se ajuste a los prejuicios y que el titular sea el que se llevaba pensado de casa.
Eso. Que qué lástima.

Anónimo dijo...

Es el primer escrito que leo de tu blog desde que estas en Bogotá. Y me gusta, ya no me acordaba de lo bien que escribes joder!Sí sí me gusta.
un beso!

Àlex Cubero dijo...

Pues sí, hubo preguntas que se repitieron hasta cuatro veces, solo para ver si al final algunos de los que intervinieron delante de micro cedían y soltaban el titular. Muy triste, algunas preguntas daban vergüenza.

@Anónimo: Y a quién le debo el placer de la primera lectura de mi espacio? Gracias!!!

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